He estado pensándolo durante varios días, puede que incluso semanas.
Este blog no tiene ni un año. Fue creado por todas las ideas sin escapatoria que se me venían a la mente. Era una ilusión y un proyecto, todo risas, amistad, palabras y lectores.
Pero como en cada historia, hay un punto de inflexión, un cambio. Y cuando se produce no hay vuelta atrás. Todo se desencadenó con una rapidez inimaginable.
Era reconfortante formar parte de algo, sentirse seguro entre lo cotidiano, vivir sin saber que había detrás de la valla. Pero las cosas se distancian, quien creías mejor no lo era, y poco a poco te desmenuzaban.
Duele tener que decir algo que es cierto y que todos saben pero ignoran porque piensan que es mejor dejarlo estar. Hay veces que desearía gritárselo al oído, o a los cuatro vientos.
Pero eso no es el tema. Lo que quiero decir es que, me trae demasiados recuerdos, todo tipo de recuerdos. Y puede que penséis que soy una cobarde, pero no quiero ponerme a escribir y darme cuenta de la cantidad de personas que están implicadas en todos mis textos.
Aunque no es solo eso.
No es un adiós muy buenas, paso de página. Te olvido. No.
Ojalá.
Pero os aseguro que no. No creo que olvide jamás.
Así, que, esta va a ser mi última entrada en este blog. Siempre estará en mi corazón. Os agradezco a cada uno de vosotros que lo leéis, porque significa muchísimo para mi. Siento que no estoy tan sola después de todo.
No se si habréis entendido el sentido de este texto, pero no creo que pueda expresarlo de otro modo.
Pero, no, esto no es una despedida.
Tengo un nuevo blog: metaldove.esy.es
Aún no he publicado nada, porque está en proceso de contrucción y allí colgaré mis nuevas entradas como un nuevo comienzo. También tengo twitter: @EmmaCabal donde tendré el link en mi bio y cada vez que escriba pondré el enlace.
Si has leído hasta aquí abajo es que te debías de estar aburriendo muchísimo. Pero te doy las gracias, de verdad.
Abrazo virtual de ECS.
jueves, 25 de septiembre de 2014
domingo, 31 de agosto de 2014
Un mismo camino.
La pluma había sido un regalo precioso de navidad. Le encantaban las antigüedades de aquella tienda de la esquina y su madre, muy acertada, se la había comprado. Era de madera oscura y tallada con una pluma de pavo real enganchada al hueco del pico. La punta era de metal, muy elegante y la tinta venía en unos tarros negros.
A parte de que le encanten los misteriosos objetos de aquella tienda, le encantaba escribir. Y por ello, la pluma había sido el mejor regalo que había tenido.
Aun que le daba miedo utilizarla, por lo delicada que parecía, Tessa tenía muchas ganas de escribir con ella. Pero sin embargo, había preferido guardarla, poniéndola como decoración en su estantería.
Solo pasaron dos meses hasta que tuvo que darle uso.
* * *
Había tenido que ir a la biblioteca para hacer un estúpido trabajo de geografía pero la información que necesitaba no estaba en ningún lado. Su profesor le había mandado que estudiara a fondo e hiciera un trabajo de opinión sobre "islas del Pacífico, procedencia y mitos" lo que sonaba muy poco concreto ya que tenia por seguro que habría muchas o muchísimas islas en el océano.
Es más, según leía más libros, se hacía más pesado. Encontraba cosas, sí, pero no era el típico trabajo que puedes copiar de Wikipedia.
En todo este lío se había metido porque el cabrón de su amigo Miles le había tirado un avión de papel en clase de historia, lo que no es muy inteligente por su parte. La profesora Natalie era un auténtico ogro. Si no le entregaba el trabajo el martes, le pondría un cero en actitud y trabajos, lo que significaría un suspenso.
Suspiró indeciso, aburrido y enfadado. Se levantó de la silla haciendo ruido y la bibliotecaria le echó una de sus miradas asesinas. Cogió su mochila, se la puso al hombro y caminó por los pasillos de la biblioteca. Estaban llenos de libros, de distintos colores y tamaños. Y sin esperarlo, uno cayó sobre su pie. Brent aguantó la respiración. "Mierda, mierda, mierda" soltó el aire por la boca, entre los dientes. Recogió el libro del suelo y casi se le cae, no pensaba que pesaría tanto. Entre el trabajo y el dolor de pie, estaba más que enfadado, solo tenía ganas de pegar o romper algo. Sin embargo, respiró hondo y lo puso en la estantería. Volvería a casa, se daría una ducha y miraría el Internet información. Y cuando comenzó a andar sonó un "pum" detrás. El libro se había vuelto a caer. Miró en el hueco donde encajaba en la estantería y no había nada. Lo recogió otra vez y lo volvió a meter en su sitio. Pero sin darle tiempo a volverse el libro le cayó sobre el brazo, y se resbaló hasta el suelo. "Me tomas el pelo" lo recogió con el brazo que no estaba dolorido. Era de cuero rojo y liso. No tenía título, ni sinopsis, ni autor.
***
Era divertido inspeccionar en la casa de su abuelo. En cambio a su hermano no le hacía tanta gracia. Siempre iban allí para celebrar el cumpleaños de su madre en Febrero. Estaba a las afueras de la ciudad, en la orilla del "Lago negro". Era un sitio que a Samantha le encantaba. Iba allí, comían rosquillas con chocolate caliente, su hermano se quejaba de lo aburrido que era la casa mientras veían una de las pelis de su abuelo, y después ella por su parte rebuscaba en el trastero. Era lo más entretenido que se podía hacer, el agua del lago estaba helada - literalmente - y a menos que quisieras contar las baldosas del suelo, no había mucho más. De todas formas, siempre encontraba cosas viejas, polvorientas, pero que eran un mundo para ella. Había calcetines sin su pareja, un abrigo con los bolsillos rotos, un teléfono antiguo sin cable, libros con letra de imprenta, manteles de cocina con flores bordadas, bicicletas pinchadas, cajas de herramientas vacías... Una pila de fotos de cuando la abuela y él se casaron. Y a su derecha, un cuaderno negro grueso y vacío. Destacó porque no concordaba con aquel montón de chatarra. "En realidad, parece nuevo" se dijo a sí misma mientras pasaba las páginas en blanco.
***
Su madre y su padre trabajaban juntos en la galería de arte. La pintura y la escultura eran su todo, su expresión y su punto en común. Se situaba cerca de su casa, al lado de la costa. Al salir del colegio, como siempre, se dirigía allí y comía con sus padres algo - normalmente - guardado en un taper y después se iba a la academia de pintura en autobús. Los días eran rutinarios, pero eso no era ningún problema para Dylan, le gustaba la tranquilidad y la seguridad del día a día.
"¿Qué hay hoy para comer?" dijo mientras dejaba su mochila sobre la mesa blanca. "Pollo frito y ensalada" respondió su madre mientras habría los tapers. "Hoy ha sido un buen día." dice contento su padre mientras se sienta al lado de Dylan. "¿Han comprado alguno?" preguntó. "En realidad, me ha sorprendido mucho porque querían un cuadro que compré hace poco, es muy raro". "Am" "Es ese de allí" señala su padre con la cabeza. No le veía mucho misterio: estaba pintado entero de un blanco-gris con brocha con óleo, sobre lienzo. Y en la esquina de arriba izquierda había un punto negro del tamaño de la marca que dejaría la punta del dedo meñique bañado en tinta sobre el papel. No llegaba a entender que desvelaba, a lo mejor simplemente era de un artista importante. Me quedé mirándolo contrariado toda la comida, sabiendo que había algo que se me escapaba. Después, sacudí la cabeza, dije adiós y me fui a la academia.
"¿Qué hay hoy para comer?" dijo mientras dejaba su mochila sobre la mesa blanca. "Pollo frito y ensalada" respondió su madre mientras habría los tapers. "Hoy ha sido un buen día." dice contento su padre mientras se sienta al lado de Dylan. "¿Han comprado alguno?" preguntó. "En realidad, me ha sorprendido mucho porque querían un cuadro que compré hace poco, es muy raro". "Am" "Es ese de allí" señala su padre con la cabeza. No le veía mucho misterio: estaba pintado entero de un blanco-gris con brocha con óleo, sobre lienzo. Y en la esquina de arriba izquierda había un punto negro del tamaño de la marca que dejaría la punta del dedo meñique bañado en tinta sobre el papel. No llegaba a entender que desvelaba, a lo mejor simplemente era de un artista importante. Me quedé mirándolo contrariado toda la comida, sabiendo que había algo que se me escapaba. Después, sacudí la cabeza, dije adiós y me fui a la academia.
domingo, 6 de julio de 2014
Mi querido distrito.
Últimamente he escrito poco. Más bien escribo, lo releo y me da la sensación de que es malo. No quiero publicar cosas vacías.
Ayer, sin embargo, estuve limpiando mi cuarto y encontré un papelillo que había escrito hacía un mes y medio (aprox.) y me gustó. Así que hoy lo voy a publicar.
Ruego que se lea en tono irónico.
Ella era lo que se viene a llamar una "chica de ciudad". Lo pongo entre comillas porque no era exactamente así. Residía en una casa de color dorado en un barrio de clase media alta. Se situaba a unos quince minutos de la capital, si no había tráfico, por supuesto. Aquella zona se distanciaba de Madrid pero también formaba parte de ella. Se caracterizaba por mucha casa residencial, parques grandes y bien cuidados (cómo va a faltar la naturaleza, si es incluso más esplendorosa cuando se limita a hierba, escasos árboles y alguna florecilla solitaria para que los animales de la casa hagan sus necesidades) y gente, conocida entre sí, muy modesta con caras camisas.
Un paraíso.
"Antes, todo esto era campo" le dijo su padre cuando se mudaron. Y ella no dudó en creerle. Sin duda, podría haber sido un hermoso campo, fuerte y salvaje, con altas hierbas terminadas en flores silvestre, cardos y cabezas de trigo dorado. Alguna otra piedra gris mate en el atardecer de primavera. Y las ramas silvantes de los árboles, huesudas y vultosas, con colores marrones que variaban según daba la luz del sol. Se alzaban hacia el sol, como queriendo tocar el cielo, las hojas se extendían al rededor, como mariposas muertas o quizá dormidas, con colores del morado al amarillo amarronado. Se lo imaginó nevado, todo blanco y silencioso. Se lo imagino en verano, todo seco. También mientras llovía o en una tormenta, todo embarrado y musgoso.
Pero lo que veían sus ojos eran casas. Casas y gente. Casas, gente y coches. Muchos coches.
Y ellos ni se habían parado a pensar lo que habían destrozado.
Ayer, sin embargo, estuve limpiando mi cuarto y encontré un papelillo que había escrito hacía un mes y medio (aprox.) y me gustó. Así que hoy lo voy a publicar.
Ruego que se lea en tono irónico.
Ella era lo que se viene a llamar una "chica de ciudad". Lo pongo entre comillas porque no era exactamente así. Residía en una casa de color dorado en un barrio de clase media alta. Se situaba a unos quince minutos de la capital, si no había tráfico, por supuesto. Aquella zona se distanciaba de Madrid pero también formaba parte de ella. Se caracterizaba por mucha casa residencial, parques grandes y bien cuidados (cómo va a faltar la naturaleza, si es incluso más esplendorosa cuando se limita a hierba, escasos árboles y alguna florecilla solitaria para que los animales de la casa hagan sus necesidades) y gente, conocida entre sí, muy modesta con caras camisas.
Un paraíso.
"Antes, todo esto era campo" le dijo su padre cuando se mudaron. Y ella no dudó en creerle. Sin duda, podría haber sido un hermoso campo, fuerte y salvaje, con altas hierbas terminadas en flores silvestre, cardos y cabezas de trigo dorado. Alguna otra piedra gris mate en el atardecer de primavera. Y las ramas silvantes de los árboles, huesudas y vultosas, con colores marrones que variaban según daba la luz del sol. Se alzaban hacia el sol, como queriendo tocar el cielo, las hojas se extendían al rededor, como mariposas muertas o quizá dormidas, con colores del morado al amarillo amarronado. Se lo imaginó nevado, todo blanco y silencioso. Se lo imagino en verano, todo seco. También mientras llovía o en una tormenta, todo embarrado y musgoso.
Pero lo que veían sus ojos eran casas. Casas y gente. Casas, gente y coches. Muchos coches.
Y ellos ni se habían parado a pensar lo que habían destrozado.
domingo, 15 de junio de 2014
Life goes on
Si la vida fuera solo mala, nadie viviría.
Si la vida fuera buena, todo el mundo estaría aburrido.
Creo que mezcla para equilibrar, una balanza.
Pasan cosas malas, raras e importantes. También hay veces que te planteas tu propia existencia y piensas: "¿Qué coño hago yo aquí? " Pues bueno, una cosa más que tienes que añadir a tu lista de misterios sobre la vida. Al menos, hay gente que descubre quién es.
Nos da limones y hacemos limonada. Tiene sentido, aunque algunas veces no es tan fácil.
Cuando se cierra una puerta, se abre otra. No la ves si estas ciego, pero eso no significa que no este allí ¿no?
De todas formas, aunque la vida da bastante asco en algunos momentos, queramos o no, seguimos aquí. Y no nos dejan marcharnos. Continúa y nos arrastra.
Al menos, no nos deja hundirnos.
Espero que de segundas oportunidades.
Últimamente he tenido más dolor de cabeza que en toda mi vida y ¿por qué? Creo que es por no pensar, por no tener un proyecto en mente, por dejar que el tiempo pase mientras miro las nubes.
Pero es que yo no soy así. Yo no me hundo. Yo lucho y supero, como debe hacer cualquier persona.
Así que, sí, voy a aprovechar las oportunidades que aparezcan. Voy a vivir.
sábado, 14 de junio de 2014
De piratas.
Para Marta, gran artista y amiga.
Erase una vez, dos bellas piratas. Todos los piratas hombres las temían, eras grandes. Ellas no tenían un aspecto fuerte, ni fiero. Eran como dos gatitos recién nacidos, débiles.
Erase una vez, dos bellas piratas. Todos los piratas hombres las temían, eras grandes. Ellas no tenían un aspecto fuerte, ni fiero. Eran como dos gatitos recién nacidos, débiles.
Pero aún así se las respetaba.
No iban juntas en un barco, cada una tenía el suyo: grande, potente y moderno. Se conocían desde siempre pero no siempre habían sido compañeras. Dos mujeres muy competitivas una en contra de la otra.
Pero se las temía, porque tenían mucho potencial. Porque eran más de lo que parecían. Porque si se juzgaba de mala manera, por la portada, no entendías; nada era lo que parecía.
Juntas, podían surcar todos los mares, descubrir todos los tesoros existentes, blandir espadas afiladas al combatir los grandes monstruos que habitaban la Tierra.
Se hablaban por carta, como creando un diario con las aventuras vividas, enseñando sus misterios descubiertos, rememorando sus tiempos.
De vez en cuando se veían, se compraban juntas una espada nueva y se embarcaban en una aventura mayor que la anterior. Las mejores leyendas son las suyas.
Porque, aunque fueran dos personas, compartían alma. Un alma dividida en dos.
Por eso, en su última aventura, surcaron un mar embravecido. Pero ellas no estaban asustadas. Era probablemente la tormenta más fuerte que habían vivido. Pero volvían de una de aquellas islas perdidas y estaban felices de haber encontrado otro de los tesoros escondidos. Y estaban exhaustas, pero llevaban una sonrisa puesta. Miraron a la tormenta con ojos agradecidos, era su mundo. La vida era tan bella. Se dieron cuenta de lo que tenían, todas las experiencias vividas juntas o separadas, sabiendo que siempre las dos han estado siempre ahí, para completar a la otra. La tormenta no parecía oscura, o amenazante. Era un hecho de su vida que estaba allí, era un obstáculo como cualquier otro, que hacía la vida más divertida, intensa. Se miraron las dos a la vez y gritaron a la tripulación "¡vamos chicos!" y saltando a punto de resbalarse iban ellas por el barco, dando órdenes, riéndose y deslizándose por el suelo mojado del barco.
Casi puedo ver como se hundió el barco.
Volcó, y muchos murieron.
El tesoro, quedó enterrado en las profundidades de aquel océano.
Una de las dos valientes piratas murió. Da igual quién de las dos fue, de todas formas compartían la misma alma: alma abrasadora de conquistar, brillar, gritar, valer para algo, de sentir. De vivir intensamente.
Y al morir una, la otra también.
Aunque, hicieron tanto, valieron tanto, que una estrella apareció en el cielo.
Todas las noches ilumina con un rayo el lugar en el que terminó todo.
Tal vez es su alma, quién sabe.
viernes, 6 de junio de 2014
Llueve
Un día de verano, me recordó a otro de invierno.
Y sin darme cuenta, la lluvia barrió toda la suciedad de mi ventana: ese polvo seco, del mal.
Abrí la ventana y mi mano saludó a una nube y esta le recibió con un suave diluvio de agua gris y angelical.
Mi cuerpo entero, sintió la necesidad: me saqué a mí misma de aquella muralla de piedra y cemento, dejándome respirar el aire fresco que jugueteaba con mis pestañas, que me acariciaba deliciosamente en una tremenda tormenta de pensamientos.
Los zapatos y la chaqueta se exiliaron a la habitación del otro lado.
Y mi cerebro maldició su destino; destino,de estar pegado con nervios y sangre a un alma tan pura y libre como la mía y un cuerpo desobediente y rebelde, que no ejecutaba.
Y las gotas seguían cayendo aplastándome con ese suave deseo de recorrerme.
Apoyada en el escaso metro de tejas que separaba la seguridad de mi cuarto del oscuro vacío, estaba yo, pensando en como mi piel se erizaba con cada pequeña lágrima de frío que arrojaba mi compañera la nube.
No distinguí si lloraba ella, o yo lloraba.
Pero aquellas gotas, oh malditas, que me estaban consolando, pobre de mi cuerpo, cerebro y alma, que fuero arrojados al vacío por su causa.
El cerebro murió enfadado.
El cuerpo fue abandonado y alimentó así, a los peones de la vida y de la muerte.
Pero el alma, quedó atrapada en las gotas. Aún se la ve, cuando llueve.
sábado, 31 de mayo de 2014
MAL
+No tengo ganas de nada.
Me siento vacía.
Perdida.
No sé.
-Igual.
+No sé quién soy, qué quiero ser ni en dónde coño estoy.
-¿Cómo se sale de aquí?
No sé por qué voy con quien voy ni que busco ni nada.
+Veo como todo el mundo están formando ya sus vidas mientras yo me quedo parada, si saber a dónde tirar.
-Tengo ganas de leer y olvidarme de todo.
+Meterme en el mundo de la fantasía.
-Exacto.
+...
-...
+¿Sabes? Ahora mismo eres una de las únicas personas con la que me siento en casa, segura.
-Créeme cuando digo que siempre as sido y siempre serás una hermana para mí.
+Desde siempre para siempre.
Me siento vacía.
Perdida.
No sé.
-Igual.
+No sé quién soy, qué quiero ser ni en dónde coño estoy.
-¿Cómo se sale de aquí?
No sé por qué voy con quien voy ni que busco ni nada.
+Veo como todo el mundo están formando ya sus vidas mientras yo me quedo parada, si saber a dónde tirar.
-Tengo ganas de leer y olvidarme de todo.
+Meterme en el mundo de la fantasía.
-Exacto.
+...
-...
+¿Sabes? Ahora mismo eres una de las únicas personas con la que me siento en casa, segura.
-Créeme cuando digo que siempre as sido y siempre serás una hermana para mí.
+Desde siempre para siempre.
Rumber.
Rumber,
pueblo de todo soñador. Rumber, simple, acogedor. Rumber, lugar apartado y
bohemio.
Una
nube blanca se extiende por Rumber.
Una
hoja de papel cae a unos pasos de mí. Como recién impresa, las letras se pegan
a ella. Miro hacia arriba y pienso que el viento la ha traído hasta aquí. Revoloteo
por el pueblo mientras las calles empiezan a llenarse de hojas. Folios blancos
como la nieve, pero llenos de pensamientos. Miro en las ventanas y los
habitantes se estremecen por la extraña precipitación. En Rumber llueve, nieva,
graniza… No cae papel del cielo.
Los
niños empiezan a salir fuera, y tras ellos, menos confiados, los adultos. Una
elegante señora se para a mi lado y recoge una de las hojas del suelo. Me
acerco discretamente por detrás y leo: una
elegante señora se para a mi lado y recoge una de las hojas del suelo. La
señora no sabe si darse por aludida, pero mira a los lados y luego se va
nerviosa. Que extraño. Miro en otra dirección y veo como uno de los folios se
engancha en una de las ramas de un viejo roble. Me acerco a él y leo: Miro en otra dirección y veo como uno de los
folios se engancha en una de las ramas de un viejo roble. ¿No es lo que
acabo de pensar?
Suena
la alarma del ayuntamiento, significa una reunión. Somos pocos habitantes, unos
ciento y pico. Me interno en las calles en busca del ayuntamiento y su sala de
actos. Allí me siento y escucho.
-Habitantes
de Rumber, os he reunido aquí para informar de la meteorología. –Empieza el
alcalde Green. Una señora de mi lado hace una burla sobre el presentador del
tiempo. – Esa nube que tapa ahora mismo el pueblo está haciendo llover papel.
Hemos descubierto que es papel escrito. Cada folio, lleva impreso el número de
la página. Es un libro. Puede que una forma de propaganda…
-No.
– le corta una voz. Desde la oscuridad aparece y se sube al bajo escenario una
señora de pelo blanco y vestido negro. – Yo he hecho esto. –Dice. La sala estalla en murmullos.
-¡Silencio!
-He
hecho un conjuro…-continúa la mujer.
-¡Bruja!
¡Bruja! – Suena por atrás.
-Miren,
estaba un día intentando hacer un nuevo conjuro para patentarlo después. –Bruja
retoma la explicación. – Sin querer añadí un ingrediente equivocado y me
desligué de Él. –Mira al alcalde en busca de comprensión y, aunque éste está blanco,
asiente y ella continúa- Él nos controla. No sabía quién era Él, así que hice
el hechizo ayer por la noche con todo el pueblo. Y estas son las consecuencias:
un libro. ¡Ya sé quién es, ya sé quién somos!- Levanta las manos con dramatismo.
¿Cómo va a saber quiénes somos? Toda la sala está tensa y la miran con
incredulidad.
-Pues,
dinos. Bruja. ¿Qué sabes? – inquiere el alcalde Green al ver que se hace el
silencio.
-Es
un escritor. Y nosotros, sus personajes.- Responde ella, como si fuera
sencillo.
-¡Eso
que dices no tiene ningún sentido! Somos personas de carne y hueso. –Salta La Lista
del pueblo. – Y si fuera así, se supone que nunca fuimos libres. ¿Y ahora sí? –
deduce tratando de descifrar.
-Sí.
Durante tres días seréis libres. Todo lo que hagáis será por voluntad propia,
no serán acciones decididas por un dictador. Pero el tiempo se acaba y alguien
tiene que ir a buscarle para que nos quite esta maldición. Para que nos haga
reales. – Responde Bruja con seriedad.
La
sala murmura.
-¿Alcalde?
-Viendo
todo esto, he de formar un grupo para ir en busca del Escritor. – responde él.
-¿Está
usted loco? – Grita alguien entre las butacas.
-
Pueblo, si alguien tiene que arreglar esto voy a ser yo. Iré, pero necesito
ayuda. – Admite Green.
-
Yo voy, está claro que necesitaréis mi ayuda en este problema sin resolver. –
Dice La Lista del pueblo.
-
¡Si de verdad existe ese escritor y se supone que nos controla quiero
conocerle! Porque en tal caso sería como una especie de dios. Mi cosecha quedó
destruida. No tuve con que alimentar a mi familia y mi mujer murió. ¡Me la
arrebató! ¿No tenía suficiente con lo primero? ¡Bastardo! Si alguien tiene que
ir, seré yo. – Relata El Campesino con resentimiento.
Una
luz brillante llena toda la sala de golpe. Se apaga lentamente y deja una figura
en el centro. Una figura humana, o casi. Es una chica, no se puede saber a
ciencia cierta su edad. Tiene el pelo negro y lleva un vestido rojo largo. Levita
sobre el suelo. La gente se asusta.
-¿Qué
está pasando aquí? – pregunta el alcalde. Se encuentra al lado de la chica, por
lo que retrocede.
-
Soy la diosa Laink. Y estoy aquí con el propósito de conocer al Escritor. ¡Yo,
la diosa entre los dioses! ¡Yo, la legisladora! ¡Mi reino infinito! Y de
repente no soy nada. Ni persona humana. ¡Es humillante! De diosa a personaje efímero
para novela…
-¿Laink
no era un hombre? – Dice alguien de la multitud. La diosa mira con odio. Más
que un ser inmortal parece una niña malcriada.
-
Menudo equipo me ha tocado… - Murmura el alcalde – Bien, pues… Ya estamos
todos. Vayan a hacer sus maletas.
-Alcalde,
¿cómo sabremos dónde vive el Escritor? – inquiere un habitante.
-Eso
es una buena pregunta… - La lista del pueblo examina las probabilidades. – En
las hojas, todo lo que pasa en el pueblo está narrado. Lo ve desde dentro, como
un testigo. Seguramente cuando salgamos fuera habrá páginas escritas sobre lo
que estoy diciendo ahora… ¿Es que no lo entienden? Hay un espía. Y ese es quién
nos llevará al Escritor.
Tras
despejar la sala, salgo y revoloteo hasta el final del pueblo. Las hojas siguen
cayendo. La verdad es que siempre me ha gustado mucho volar por esta zona. Este
camino, por el que se sale del pueblo, llega a unas montañas verdes y frondosas
donde siempre he querido ir, y sin saber la razón, nunca las he llegado a
pisar. Es un sentimiento de pertenencia, como si hubiera nacido allí y me
mantuvieran cautivo. Las miro y pienso si no serán más que el fruto de la
imaginación del Escritor. Si nunca, por mucho que yo quiera, serán reales. Y,
es más, si pasan los tres días y no consiguen liberarnos, ¿recordaremos acaso
estos días? ¿O viviremos tristes y aferrados al pasado de tan solo tres días
sin esta maldición? Rezo porque estas
sesenta y dos horas, la piedra, los árboles nacidos en la misma, el riachuelo
que fluye y todos sus seres vivos e inertes, son reales. Decido ir. Ese es mi
único objetivo.
-¿Hola?
– Dice una voz. Me giro bruscamente saliendo de mi ensoñación. Son el grupo de
los cuatro personajes. Sí, personajes porque ahora todos lo somos. La Lista, El
Granjero, el alcalde Green y la diosa Laink. ¿Qué hacen aquí?
-
Se supone que aquí está El Narrador. Lo pone en la última página caída. –Explica
La Lista.
-No,
mira, acaba de caer otra- El Granjero la recoge del suelo y lee para sí. –
Sales hablando lo último que acabas de decir. Y seguramente esto que estoy
diciendo salga impreso en la siguiente. Bien, El Narrador está aquí.
-¡Pero
si aquí no hay nada! – Señala la diosa Laink, dramática. - ¡Esto es una farsa!
Un
momento, esto quiere decir que…
-Esperad.
Tiene que estar aquí. – Dice el alcalde.
-¿Qué
hay allí? En la rama. – Pregunta La Lista.
-Es
un colibrí. La verdad es que no abundan en esta zona… - Responde El Granjero.
La
Lista se acerca donde me encuentro. Y para mí todo deja de tener sentido: ¿Soy
yo el personaje al que se refieren? Sí,
soy un colibrí. ¿Pero acaso importa?
-Es
él. Acaba de caer otra hoja a mis pies, está narrando todo. No se cree que sea
El Narrador –Informa la diosa Laink. – Es un colibrí, esto es incomprensible.
¡No puede hablar! ¡No puede decirnos donde debemos ir! Ni siquiera sabe que es
el propio Narrador…
Me
ofendo porque no quiero que los personajes de Rumber sepan mis pensamientos. Es
una violación de la intimidad. Me ofendo porque no es fácil de asimilar lo que
está pasando. Y me enfado bastante. Porque los colibríes no piensan y no
entiendo por qué yo he tenido que ser el único que lo haga. Claro que no puedo
hablar, ¿Cómo voy a poder?
El
alcalde recoge el último folio caído del cielo. Lo examina y dice:
-Se
siente atraído hacia las Montañas Solitarias. Debe de ser allí – Dirige su
mirada hacia el horizonte, donde ellas se encuentran. – Tardaremos en llegar si
no partimos de inmediato. Tengo una corazonada y un plan. – Se saca un mapa de
la mochila negra que lleva a la espalda y lo abre sobre una roca – Bien, para
llegar allí debemos ir en caballo o mula por el camino de herradura que sale
del pueblo. –Traza una line sinuosa con el índice en el papel siguiendo el plan
mientras habla – Llegaremos a la pequeña pradera de cultivos de Pumber, el
pueblo vecino. Allí necesitaremos provisiones. Laink – Se gira y la mira. –
Eres una diosa, puedes aparecer y desaparecer como hiciste en la asamblea.
Tendrás que ir antes a Pumber y preparar comida, agua y alojamiento para la
noche y el día siguiente. – Explica el alcalde Green y ella asiente. – Nosotros
llegaremos al anochecer al pueblo y descansaremos. Al día siguiente partiremos
con un paisano hacia el bosque. El Bosque de las Almas Olvidadas. – Suspira – Habrá
que dejar las mulas en Pumber y…
Un
estruendo interrumpe la acelerada explicación de Green. Suena como si el suelo
se fuera a partir en dos, como truenos amenazantes de tormenta. Y, después de
una pausa prolongada, se escuchan unos pasos lentos.
Una
chica, es decir, una adolescente, aparece por el camino que lleva a las
montañas y se acerca al grupo de personajes. Es morena de pelo corto, bajita y
con ojos grandes. Todos la miramos sin saber qué hacer porque no es seguro que
los truenos se relacionen con ella. Se para a unos pasos de nosotros y mira el
mapa. Después, saca una libreta marrón, y con la goma de su lápiz, borra algo.
Todos la miramos sin entender absolutamente nada.
-
Hola,
me llamo Emma. – Dice mientras mete sus manos en su sudadera. ¿Dónde ha metido
su cuaderno? Juraría que lo tenía en la mano.
El
campesino ahoga una exclamación. Nos giramos hacia el mapa.
-
Pumber,
El Bosque de las Almas Olvidadas… No están. – Exclama La Lista señalando con el
dedo el lugar que ocupaban aquellos sitios en el mapa.
Lo
ha hecho ella.
Emma
agarra su codo con su mano, apoyándose en su pie contrario, incómoda.
-
¿Es
El Escritor? – dice conmocionada la diosa Laink. - ¿lo eres? – Le pregunta esta
vez a Emma.
-
Eh…
yo…
-
¡Claro
que lo es! – Dice la lista, alterada.
Todos
la miramos conmocionados. Es una niña. Una niña.
-
Entiendo.
– El alcalde Green se levanta y se acerca a la escritora. – Soy el alcalde
Green – le ofrece la mano.
-
Lo
sé. – Responde ella con una sonrisa, y la acepta.
-
Necesitamos
que nos hagas libres. – Explica él.
-
Las
cosas no funcionan así, Green. – dice con cara apesadumbrada. – Bien, entiendo
que toda vuestra “vida”, es decir, existencia, haya sido una mentira. Y también
sé, que hay muchas cosas injustas que han pasado - dice mirando al campesino – Pero, debéis
entender, que yo no quería esto. Erais felices en la mentira, pero ahora que la
verdad ha sido desvelada, ya no hay marcha atrás. Es el momento de asimilar las
cosas.
-
¿Estás
diciendo que no vas a hacer nada? – pregunta brusca, Laink.
-
Déjala
explicarse. – Dice el alcalde con autoridad.
-
No
puedo hacer ya nada. Así es como termina la historia. Como si El Escritor es
Dios y envía a su hijo a su muerte.
-
¿Qué
está diciendo? – Ni La Lista lo entiende.
-
Soy
la escritora de este relato encarnada en un personaje. ¿Es que no lo entendéis?
No somos reales.
-
¡Durante
estos tres días si! – Grita El Granjero.
-
¿No
os habéis parado a pensar lo fácil que le ha resultado a Bruja hacer ese
hechizo? – Hace una pausa y veo en la cara de los demás como van uniendo las
piezas del puzzle.
-
No
te opusiste al hechizo de liberación, como podrías haber hecho porque puedes
controlarlo todo. No fue consecuencia del hechizo que cayera tu novela en
folios del cielo ¿verdad?
-
Ajam.
Bueno, lo de los folios fue más para que atarais cabos y supierais que es un
libro, que vuestra vida, es un libro. – Responde como si no importara. Somos
personajes, pero supongo que sentimos igual que personas. Nada de esto es
justo. No, no puede ser.
-
Y
pusiste al mando de tu novela a un colibrí, un animal minúsculo que ni siquiera
sabe que es él El Narrador.
-
Sí.
-
Pero,
¿por qué?
Emma se mete las manos en los
bolsillos de su vaquero y encoje los hombros suspirando. No parece ni mucho
menos El Escritor que todos pensábamos. Su forma de ser impone menos, incluso,
al ser la más pequeña de todos. Y sin embargo, es nuestra “creadora”. Parece
estúpida esta historia, es decir, su historia. No pasaría de verdad nunca.
Tal vez, por eso, ahora este más
que nunca seguro, de que esto es pura fantasía.
-
No
me gustan los cuentos largos. Pero, - mira arriba tratando de explicarse - mirar, sois vosotros. Cada uno con su
personalidad, su pasado. Que me hicieron pensar: si les dejo en el olvido, ¿qué
será de ellos? – se recoge el pelo detrás de la oreja y le da una patada a una
piedrecita del suelo. - Tras escribir y
vivir vuestras historias, todas, las de este pueblo, me di por vencida y
necesitaba un final. Un final... Es tan difícil de escribir como un principio.
Bruja me abrió una puerta hacia ese final deseado. En aquel momento supuse que
podría sacar provecho, no que se montara este lío. Aunque, no sé, es increíble,
estoy hablando con mis personajes, con aquellos con los que he soñado tanto o
esos que me han dejado sin dormir. – Nos mira con ojos brillantes, como
esperando que sintamos afecto hacia ella, o gratitud. Qué estúpida - Y… bueno, seguramente estaréis muy enfadados
conmigo, pero no importa, el final está escrito.
Y
con esas palabras nos deja a todos sin aliento. “Está escrito”
-
¿Cuál
es ese final? – pregunta lentamente la diosa Laink.
-
Qué
mejor final, que el mismo principio.
Rumber,
pueblo de todo soñador. Rumber, simple, acogedor. Rumber, lugar apartado y
bohemio.
Rumber,
población: 0 personajes. (Murieron todos en sacrificio de la falta de
imaginación)
miércoles, 28 de mayo de 2014
El Cielo.
El cielo no es más que una ilusión o una mentira.
Es aire.
No es azul.
Cercano y distante.
Si el Cielo hace referencia a esta palabra, ¿Dios es una mentira? ¿Una ilusión?
Nunca lo sabremos.
Un hurra, leñoso y desgastado, por todas las personas que se han mudado al Cielo sin previo aviso.
Espero que no les embaucara, vendiéndoles una casa de nubes y sueños en un lugar inexistente. O al menos, inexistente para los vivos.
Porque tal vez habiten las nubes. O simplemente estas sirvan de vehículo.
Se mueven tan rápido... Y a la vez tan lento...
Nunca lo sabremos.
Se desplazan como el futuro que pasa a presente y pasa a pasado sucesivamente. Son solo mismos verbos conjugados distinto.
Es efímero, todo lo es.
¿Podremos acordarnos de todo cuando nuestra vida haya acabado?
Nunca lo sabremos.
El cielo, todo ello gas y luz. No mas que partículas inertes. Pero, libre como nada, indiferente a lo ajeno y sobre todo, eterno.
¿Sentirá el tiempo? ¿Ya se habrá olvidado de esta maldición?
lunes, 19 de mayo de 2014
Simples
Tenían razón; el dolor se fue.
Aquellas lágrimas derramadas en total desesperanza.
Esas, que se llevaron parte de mí,
dejándome desnuda, indefensa,
aunque no toda.
¿Soy la misma? Soy diferente.
Algo, que me hace sentir y soñar. Algo que también me hace pensar que no valgo suficiente, o que todo carece de sentido y no merece la pena ser intentado.
Pero no, la inseguridad no lo es todo, ni lo será.
Mi corazón sangra,
y las nubes se mueven y brillan como cuando tus ojos se posan en,
mis ojos; mi boca; mi cuello.
Y todo mi cuerpo lo nota.
Son versos rotos,
palabras incompletas entre verso y beso,
frases dichas por impulso,
caricias hechas en secreto.
No sé lo que pasará mañana, pero tú tampoco.
¿Perdemos la cordura?
Duerme hoy, despierta mañana.
O no despiertes nunca; quédate aquí, conmigo.
Tal vez,
hoy,
simplemente,
me apetezca pensar en tí.
sábado, 17 de mayo de 2014
?
Espero que la vida sea una de cal y una de arena. Tomo y doy. Perdono y me perdonan. Quiero y me quieren. ¿Porqué sino qué? ¿Qué hay ahí fuera que merece tanto la pena?
¿Realemente hay algo que me haga sentir verdadero? Pensar por las mañanas que este día merece vivirlo, ir con una sonrisa, saber que estas cumpliendo tus sueños.
Suena satisfactorio.
Pero no creo que las cosas sean tan bonitas, que la vida te empuja, te araña, te hace verdadero daño. ¿Es una lección aprendida?
No es como las películas, esto es la vida real. A nuestro alrededor hay estrés, lágrimas, dolor, ira. No se si es por la edad o si seguirá de este modo para siempre. Quiero pensar en lo primero. Porque la oscuridad te traga, te seduce, y poco a poco te mata.
La soledad. ¿quien no necesita un apoyo?
Miramos nuestro ombligo, pasamos.
Y que el reloj marcaba las cinco pero ahora son las doce.
Si lecciones nos da la vida, y nos las pone porque sabe que nos levantaremos, cuanto estupido hay que no estudió para este examen.
Estrés. Estrés. Estrés. Dolor. Felicidad. Estrés. Impotencia. Dolor.
Y vuelta a empezar.
¿Realemente hay algo que me haga sentir verdadero? Pensar por las mañanas que este día merece vivirlo, ir con una sonrisa, saber que estas cumpliendo tus sueños.
Suena satisfactorio.
Pero no creo que las cosas sean tan bonitas, que la vida te empuja, te araña, te hace verdadero daño. ¿Es una lección aprendida?
No es como las películas, esto es la vida real. A nuestro alrededor hay estrés, lágrimas, dolor, ira. No se si es por la edad o si seguirá de este modo para siempre. Quiero pensar en lo primero. Porque la oscuridad te traga, te seduce, y poco a poco te mata.
La soledad. ¿quien no necesita un apoyo?
Miramos nuestro ombligo, pasamos.
Y que el reloj marcaba las cinco pero ahora son las doce.
Si lecciones nos da la vida, y nos las pone porque sabe que nos levantaremos, cuanto estupido hay que no estudió para este examen.
Estrés. Estrés. Estrés. Dolor. Felicidad. Estrés. Impotencia. Dolor.
Y vuelta a empezar.
miércoles, 30 de abril de 2014
TP
No camino.
Corro con todas mis fuerzas. Mi mente me dice "no puedes. Para. Estas cansada. Perdedora"
La escucho, aunque intento no hacerlo. "Si puedo, si puedo, si puedo. Sé que puedo" Y continúo. Ya no sé si es agonía o libertad. En ese momento no son conceptos tan diferentes.
¿Cuánto llevo?¿Cuánto me queda?
Miro al camino de piedra. Suena a arena arrastrada, a respiraciones agitadas. Ya no hay tiempo, ni espacio, es todo muy confuso. Es yo contra mí, mi mayor temor. "no vas a poder, perdedora" "venga, venga, venga. Lo estás consiguiendo"
Y se confunden mis dos yos, porque los dos pensamientos, son míos, y no sé de que parte estoy.
No noto las piernas. Miro abajo y siguen allí, moviéndose rápidamente. Solo siento el viento dando en mi cara con violencia, el cansancio y la adrenalina. Y lo peor, siento el miedo.
Mis pulmones se contraen en cada inhalación, se quejan y sufren por la ausencia de oxígeno. Queman, arden.
Me muevo sin saber como, he perdido el control de mi cuerpo. Tal vez me centre en el dolor físico para no hacer caso de mis pensamientos. Como cuando te muerdes el labio del dolor, que alivia. O eso creo.
No miro atrás, ya tengo demasiadas cosas que olvidar, y aun me queda un largo camino por delante, hasta que mi última gota de energía me abandone y muera.
lunes, 17 de marzo de 2014
Maddelein
-Cuéntame, venga, sin miedo. -Dice la psicóloga amablemente.
-Bueno, es que es complicado... uf.
La psicóloga le da tiempo para no presionar.
-Pues...- intenta de nuevo la chica- bueno, vale. A ver, todas las noches desde el accidente tengo pesadillas. Son horribles, lo paso muy mal. Me despierto sudando, llorando o gritando. O todo a la vez.
-¿Qué sueñas?
-Es difícil de explicar - Responde cansada.
-Sino quieres, no tienes porque hablar de ello.
Maddelein se queda en silencio. Es agobiante hablar de las pesadillas, porque al hablarlo se hace más real que al terminar el día, como todas las noches, ellas vuelven.
-¿No ha habido ninguna noche que hayan cesado?
-Alguna. Muy pocas.
-¿Crees que hay algo que lo justifique? ¿hay algo en común que hagas antes de irte a dormir esas noches?
-No había pensado en ello.
Y se mira las uñas pintadas de azul y rojo mientras se saca un anillo y le da vueltas. Maddelein no se acuerda ni siquiera de lo que había hecho esos días. Solo... bueno, de...
-No lo recuerdo. Ni siquiera sé que comí ayer. - admite avergonzada - Pero, son días tan excepcionales que... La verdad, es que cuando no sueño nada al día siguiente tengo un dolor de cabeza horrible. No se si estará relacionado.
Esto último lo dice encogiéndose de hombros, como a quien no le va la cosa. Mira a la psicóloga sin saber que hacer. ¿Qué le pasará por la cabeza? Ella escribe rápidamente en su libreta verde que lleva a todas las citas. Siempre con el mismo moño, las mismas gafas. Maddelein no la odia, sabe que es su trabajo hacer este tipo de cosas. Pero, ¿porqué sus padres creen que llevándola a un maldito psicólogo se arreglará todo? ¿Como si estuviera loca? No, mas bien como un juguete roto, que necesita ser arreglado. ¿Qué esta diciendo? Sus padres la quieren, piensan que esto la ayudará. Por eso cobran a la psicóloga que tiene delante.
- Dolor de cabeza...
-Si.
La psicóloga (Maddelein no sabe su nombre. ¿Para qué? Si no la nombra. Si realmente, es ella la que habla y Maddelein responde con oraciones cortas y desganadas.) deja el bolígrafo sobre la mesa y mira al reloj de muñeca.
-Bueno, creo que ya se ha acabado la hora. ¿Vienes el Lunes siguiente no? - Dice como si tuviera unas ganas enormes de ver a Maddelein. Seguramente su madre este detrás del cristal de la puerta, que queda a espaldas a Maddelein y por eso al verla exagera de esa forma, como hace siempre. Recoje su móvil, se pone la chaqueta negra de cuero y sale por la puerta. No dice adiós, esta cansada y no le apetece.
-¿Qué tal? - Pregunta su madre. Se llama Raquel, pero Mad la llama madre, mamá... Aunque nunca mami, es cursi.
-Eh, bien supongo. - Dice con desgana aunque sonriendo. No quiere que Raquel piense que esta mal.
Raquel sabe que esta mal. Lo sabe desde que vio Lauren, la psicóloga, poniendo una sonrisa excesivamente grande al verla. No están avanzando y ya no sabe que hacer. Va a hacer un mes desde el accidente. El accidente... Se ve lejano y cercano a la vez. Un pinchazo en el corazón.
-¿Quieres helado? - Pregunta sonriente. Quiere hacer sentir bien a su hija. Y si se pone a recordar no cree que deje de llorar nunca.
-¿En invierno? - Dice exasperada.
-Sí, compremos. - Quiere que su hija diga que si, que compren unos helados, que se olviden de las cosas y sean felices. Ojalá fuera tan fácil.
-Bueno, - Maddelein se resigna. Sabe que su madre lo esta intentando.- compremos de pistacho con chocolate.
Y no sabe porque elije ese sabor, es posible que sea porque le gusta, pero hay algo más. Raquel si lo sabe, es un recuerdo, de los primeros años de infancia de Mad, con Mickael, su padre, comiendo y pringándose de helado. Justo de ese sabor.
-Vale - responde ya más seca. Esta tensa y blanca. La herida se abre, se ve reciente.
-Y de dulce de leche, con más caramelo - Recalca Mad. Se ha dado cuenta que ha dicho algo que a su madre le recuerda a papa. Necesita sacar el tema. No puede dejar escapar la oportunidad - como lo hacía papá.
-Bien.
Y no dice nada más. Se montan en el coche, Raquel conduce bruscamente. Y Mad lo nota. Pasa un rato en silencio. El ambiente de alegría y esperanza (finjida, pero se intentaba) que se respiraba antes había desaparecido por una nube densa y crispada.
Llegan a la heladería, Raquel aparca y se baja del coche. Mad hace lo mismo.
-Cómprate el que quieras. Yo ahora vuelvo. -Le dice. Coge un billete de cinco y se lo da. - voy al bar de al lado. No tardo.
-Ah, vale. ¿Quieres que te compre?
-No, no tengo hambre.
Y se va hacia el bar. Dentro pregunta donde hay baño a un camarero veinteañero, va, entra y vomita dentro del retrete.
Mientras, Mad se compra un cucurucho de dos sabores. Le sabe mal, porque esta triste y deprimida. Se sienta en una de las mesitas rosas que decoran la heladería, en las del final, para que nadie vea como se le mueven los hombros, o como convulsiona mientras llora en silencio.
Salen cada una de la respectiva tienda. Las dos se ven: ojos rojos, cara blanca, cara roja, ojos tristes, rastros de lágrimas, rastro de presión.
Pero ninguna dice nada, ya es demasiado el simple hecho de vivir con ello.
-Bueno, es que es complicado... uf.
La psicóloga le da tiempo para no presionar.
-Pues...- intenta de nuevo la chica- bueno, vale. A ver, todas las noches desde el accidente tengo pesadillas. Son horribles, lo paso muy mal. Me despierto sudando, llorando o gritando. O todo a la vez.
-¿Qué sueñas?
-Es difícil de explicar - Responde cansada.
-Sino quieres, no tienes porque hablar de ello.
Maddelein se queda en silencio. Es agobiante hablar de las pesadillas, porque al hablarlo se hace más real que al terminar el día, como todas las noches, ellas vuelven.
-¿No ha habido ninguna noche que hayan cesado?
-Alguna. Muy pocas.
-¿Crees que hay algo que lo justifique? ¿hay algo en común que hagas antes de irte a dormir esas noches?
-No había pensado en ello.
Y se mira las uñas pintadas de azul y rojo mientras se saca un anillo y le da vueltas. Maddelein no se acuerda ni siquiera de lo que había hecho esos días. Solo... bueno, de...
-No lo recuerdo. Ni siquiera sé que comí ayer. - admite avergonzada - Pero, son días tan excepcionales que... La verdad, es que cuando no sueño nada al día siguiente tengo un dolor de cabeza horrible. No se si estará relacionado.
Esto último lo dice encogiéndose de hombros, como a quien no le va la cosa. Mira a la psicóloga sin saber que hacer. ¿Qué le pasará por la cabeza? Ella escribe rápidamente en su libreta verde que lleva a todas las citas. Siempre con el mismo moño, las mismas gafas. Maddelein no la odia, sabe que es su trabajo hacer este tipo de cosas. Pero, ¿porqué sus padres creen que llevándola a un maldito psicólogo se arreglará todo? ¿Como si estuviera loca? No, mas bien como un juguete roto, que necesita ser arreglado. ¿Qué esta diciendo? Sus padres la quieren, piensan que esto la ayudará. Por eso cobran a la psicóloga que tiene delante.
- Dolor de cabeza...
-Si.
La psicóloga (Maddelein no sabe su nombre. ¿Para qué? Si no la nombra. Si realmente, es ella la que habla y Maddelein responde con oraciones cortas y desganadas.) deja el bolígrafo sobre la mesa y mira al reloj de muñeca.
-Bueno, creo que ya se ha acabado la hora. ¿Vienes el Lunes siguiente no? - Dice como si tuviera unas ganas enormes de ver a Maddelein. Seguramente su madre este detrás del cristal de la puerta, que queda a espaldas a Maddelein y por eso al verla exagera de esa forma, como hace siempre. Recoje su móvil, se pone la chaqueta negra de cuero y sale por la puerta. No dice adiós, esta cansada y no le apetece.
-¿Qué tal? - Pregunta su madre. Se llama Raquel, pero Mad la llama madre, mamá... Aunque nunca mami, es cursi.
-Eh, bien supongo. - Dice con desgana aunque sonriendo. No quiere que Raquel piense que esta mal.
Raquel sabe que esta mal. Lo sabe desde que vio Lauren, la psicóloga, poniendo una sonrisa excesivamente grande al verla. No están avanzando y ya no sabe que hacer. Va a hacer un mes desde el accidente. El accidente... Se ve lejano y cercano a la vez. Un pinchazo en el corazón.
-¿Quieres helado? - Pregunta sonriente. Quiere hacer sentir bien a su hija. Y si se pone a recordar no cree que deje de llorar nunca.
-¿En invierno? - Dice exasperada.
-Sí, compremos. - Quiere que su hija diga que si, que compren unos helados, que se olviden de las cosas y sean felices. Ojalá fuera tan fácil.
-Bueno, - Maddelein se resigna. Sabe que su madre lo esta intentando.- compremos de pistacho con chocolate.
Y no sabe porque elije ese sabor, es posible que sea porque le gusta, pero hay algo más. Raquel si lo sabe, es un recuerdo, de los primeros años de infancia de Mad, con Mickael, su padre, comiendo y pringándose de helado. Justo de ese sabor.
-Vale - responde ya más seca. Esta tensa y blanca. La herida se abre, se ve reciente.
-Y de dulce de leche, con más caramelo - Recalca Mad. Se ha dado cuenta que ha dicho algo que a su madre le recuerda a papa. Necesita sacar el tema. No puede dejar escapar la oportunidad - como lo hacía papá.
-Bien.
Y no dice nada más. Se montan en el coche, Raquel conduce bruscamente. Y Mad lo nota. Pasa un rato en silencio. El ambiente de alegría y esperanza (finjida, pero se intentaba) que se respiraba antes había desaparecido por una nube densa y crispada.
Llegan a la heladería, Raquel aparca y se baja del coche. Mad hace lo mismo.
-Cómprate el que quieras. Yo ahora vuelvo. -Le dice. Coge un billete de cinco y se lo da. - voy al bar de al lado. No tardo.
-Ah, vale. ¿Quieres que te compre?
-No, no tengo hambre.
Y se va hacia el bar. Dentro pregunta donde hay baño a un camarero veinteañero, va, entra y vomita dentro del retrete.
Mientras, Mad se compra un cucurucho de dos sabores. Le sabe mal, porque esta triste y deprimida. Se sienta en una de las mesitas rosas que decoran la heladería, en las del final, para que nadie vea como se le mueven los hombros, o como convulsiona mientras llora en silencio.
Salen cada una de la respectiva tienda. Las dos se ven: ojos rojos, cara blanca, cara roja, ojos tristes, rastros de lágrimas, rastro de presión.
Pero ninguna dice nada, ya es demasiado el simple hecho de vivir con ello.
viernes, 7 de marzo de 2014
Elementos.
Agua.
Veo gotas caer débilmente sobre el suelo. Una, dos, tres…
Cada vez más rápidas y más fuertes. Caen del techo, de las grietas, de los
picos. No las oigo caer. Pero las veo. La habitación se está inundando. Tengo
miedo. Observo como las gotas resbalan por las paredes y se llevan pintura rosa
que se une a ellas. El charco pasa a ser un lago, y de lago a mar. Me estoy
ahogando. Mi pelo se mueve dormido al son de las suaves ondas de la habitación.
Me queda poco aire. ¡Nada!- Me digo. Mi cuerpo se mueve para salvarme. Llego a
el poco oxigeno de la habitación que hay. Respiro con la boca, reteniendo en
mis pulmones las últimas gotas de vida. Me vuelvo a hundir cuando el agua ocupa
toda la habitación. Pataleo, grito, me doy con los muebles que vuelan libres
por la habitación. ¡Resiste!- Me digo.
Tengo ganas de llorar. No, ahora no por favor, necesito seguir viviendo,
no me puedo ir. Piensa. Nado con la esperanza en mi cabeza y la resistencia
sobre mis músculos. Agarro el pomo, lo giro. El agua me arrastra fuera de la
habitación. Vivo. Vivo y sonrío.
Aire.
Me alzo, huyendo de todo problema que se me ha puesto por
delante. Sí, estoy escapando. Pero es que yo no soy valiente, solo era un
disfraz, para que los demás piensen que lo soy, y así creerme hasta yo mi
propia mentira. Es duro reconocerlo, pero soy débil y necesito volar, y ver.
Muevo los brazos y me abro camino. Me quedo aquí, pero no estoy, nadie me ve.
Vuelo y revoloteo por allí y por allá. Observo, escucho. La vida me da la oportunidad
de ver como es ella para los demás. Miro y veo pobreza, angustia, ira,
desaprobación, muerte. Pero también veo alegría, amor, felicidad y sobretodo
esperanza. La esperanza en un cambio, y en una mejora. Hora de volver, mirar
desde arriba, en el aire, desde otra perspectiva, te hace ver que no eres el
único que vive desgracias y alegrías, y que la vida puede ser injusta, pero que
en cuanto te roba algo, te lo devuelve de otra forma. Y doy gracias de estar
viva una vez más, antes de posarme en el suelo, como otra persona más, en este
mundo de locos.
Fuego.
Noto el aire caliente que me recorre. Recorre la habitación,
el suelo y mis venas. De arriba abajo, rápidamente, como fuego helado. No me
gusta esa sensación pero es inevitable. Me desgarra y me pongo furioso,
envidioso e inestable. La ira me corroe. Siento ganas de tirar por la ventana
al primero que me hable. No tengo ganas de nada. Me quedare aquí, esperando a
que pare, este incesante dolor.
Tierra.
Voy andando descalza por la hierba verde que recubre estos
bastos campos. Los arboles crecen sinuosos y agarrados de la mano enredando sus
ramas unas con otras. Desde las frescas puntas de ellos, gracias a la abundante
lluvia de estos últimos días, asoman tímidas y gloriosas de su nueva vida, unas
florecillas de un color blanquecino que decoran con su gran aroma. Mientas
camino, hormiguillas forman filas que parecen hilo de azabache. Voy contando
mis pasos hasta encontrar un viejo árbol de tronco rasgado. A sus pies, miles
de mariposas visten sus vestidos más preciados, rigurosamente confeccionados,
que hacen ver que la primavera ha llegado, danzando y creando así, una
maravillosa armonía de colores.
Maddelein.
Abrí los parpados y lo vi todo blanco en un primer momento. Oía voces lejanas. Muchas voces y ruidos que retumbaban en mi cabeza. Cerré los ojos demasiado confusa.
Coche. Viaje. Tráfico. Discusión. Camión. Airbags. Negro.
No. No, no, no, no, no.
-¡Mamá! ¡Papa! ¡Ed!- Salté. Oh, Dios Mio. No, esto sin duda no me esta pasando. Sí, sí que esta pasando. Ahogué un gritó de desesperación. - ¡Mamá! -Lloriqueé. - No, por favor, no... ¡Papá! -grité aun mas fuerte. Me puse a llorar desesperadamente.
-Shh... - Alguien me tocó el pelo. - ¿Cómo te llamas?
Levanté la vista. Se veía borroso por el efecto de las lágrimas. Chica vestida de verde; una enfermera. Estoy en un hospital.
-Yo... - Hice un sonido de frustración y le dí un puñetazo a la camilla. Me senté sobre ella dispuesta a levantarme - Dios mío, no, no, no... No puede... Oh, joder. ¿En donde están? - La agarré de el brazo fuertemente - Ayúdeme, por favor - la supliqué, llorando aun más - ¿Donde están?
-Tienes que decirme el nombre, sino no puedo ayudarte. - Dijo ella agobiada, pasándome la libreta y el bolígrafo.
-Tienen que estar aquí. Si, si. Si, deben de estar. - La dejé de agarrar y me dispuse a salir de la camilla. Al parecer iba en camisón y tenía moratones por toda la piel. Me impulsé para levantarme y un dolor horrible me recorrió de arriba a abajo. Tan rápido, que no pude evitar caerme en los brazos de la enfermera, que habría previsto mi invalidez.
-No te levantes.
-¡Por favor tiene que ayudarme son mi familia! - la grité.
-Relájese.
Tenía la cara empapada en lágrimas de la frustración y la impotencia.
-No, no, no, no, no...
-Enzo, pásame el valium. - Había aparecido un enfermero que se acercaba a mí con una jeringuilla.
-Es lo mejor que puedes hacer ahora. - Me dijo el tal Enzo. Entre los dos me agarraron mientras yo forcejeaba y formulaba preguntas que no llegaron a responder. - Esto te va a calmar. Duerme un rato. - Tenía los ojos cerrados, negando con la cabeza, histérica. Necesitaba saber si estaban bien y nadie se dignaba a ayudarme. Un pinchacito en el brazo comparado con todo el dolor que sentía. Y toda la angustia.
Pero fue desvaneciéndose, como el humo que sale de las fábricas hasta que no se distingue en el cielo. Los ojos se me hacían pesados y no me sentía yo, porque yo no era yo. Yo era la persona que estaba fuera de mi cuerpo viendo todo el espectáculo que había montado. Yo era todos los que esperaban en la sala de al lado oyendo los gritos. Yo era las cigarras del campo que en ese momento cantaban. Y tras haber forcejeado, cayendo como un león muerto, me hundí entre las sábanas en una habitación blanca y extraña.
lunes, 24 de febrero de 2014
...
Tic
Tac
Tic
Tac
El tiempo es un tema totalmente abstracto.
Y es un tema que me es muy difícil de entender.
Los años pasan demasiado rápido.
Cambios.
Nuevos recuerdos que se suman a una montaña de antiguos.
Desde el primer instante en el que naces, ya empiezas a morir.
Todo lo que somos y lo que tenemos se forma por el paso del tiempo. Duele saber que nacemos y morimos solos. O que todos terminaremos muriendo.
Pero por eso mismo, hay que disfrutar cada día de la vida como si fuera único. ¿Cansado de la rutina? Pues cámbiala.
Nos queda un tiempo definido, no vamos a estar tirándolo. Cada trago, cada grano de tiempo, nos da nuevas experiencias.
Y es que la vida se basa justamente en eso: en ser.
Ser tú.
Es más, ser tu mejor tú.
Mañana cumple años mi madre y no se como era antes de conocerla, pero desde que nací ha sido una buenísima madre. Y se lo agradezco. Por haberme dado la vida pero más allá de eso, por haberme enseñado y haberme apoyado en todo momento.
No voy ha decir lo que hay que hacer o dejar de hacer para ser felíz en esta entrada porque, ojalá los supiera. Sería hipócrita si no supiera que hacer pero estuviera poniendo entradas tumblr o de autoayuda. Sólo decir, que somos un reloj de arena.
Bueno, ¿te has dado cuenta de que acabas de perder unos minutos de tu vida leyendo esto? Espero que te haya servido.
Tac
Tic
Tac
El tiempo es un tema totalmente abstracto.
Y es un tema que me es muy difícil de entender.
Los años pasan demasiado rápido.
Cambios.
Nuevos recuerdos que se suman a una montaña de antiguos.
Desde el primer instante en el que naces, ya empiezas a morir.
Todo lo que somos y lo que tenemos se forma por el paso del tiempo. Duele saber que nacemos y morimos solos. O que todos terminaremos muriendo.
Pero por eso mismo, hay que disfrutar cada día de la vida como si fuera único. ¿Cansado de la rutina? Pues cámbiala.
Nos queda un tiempo definido, no vamos a estar tirándolo. Cada trago, cada grano de tiempo, nos da nuevas experiencias.
Y es que la vida se basa justamente en eso: en ser.
Ser tú.
Es más, ser tu mejor tú.
Mañana cumple años mi madre y no se como era antes de conocerla, pero desde que nací ha sido una buenísima madre. Y se lo agradezco. Por haberme dado la vida pero más allá de eso, por haberme enseñado y haberme apoyado en todo momento.
No voy ha decir lo que hay que hacer o dejar de hacer para ser felíz en esta entrada porque, ojalá los supiera. Sería hipócrita si no supiera que hacer pero estuviera poniendo entradas tumblr o de autoayuda. Sólo decir, que somos un reloj de arena.
Bueno, ¿te has dado cuenta de que acabas de perder unos minutos de tu vida leyendo esto? Espero que te haya servido.
miércoles, 19 de febrero de 2014
Pierre Anthon
Un segundo o una eternidad. No hay diferencia. La percepción es completamente subjetiva. El tiempo es un espíritu libre que nos abandona.
No se, cuánto, cómo, dónde, qué. O en realidad si.
El atardecer cayó sobre mi como el invierno se come al otoño.
Vivo sin vivir. Deambulo. Puedo ser como el tiempo, como la lluvia, como el propio atardecer. No siento. Y si siento, es autofobia.
Es como... un cortina de baño; un charco en el que no ves tu reflejo; un espejo sin cristal; niebla del norte. Como una mancha en las gafas que no se va. Y todas estas comparaciones son lo máximo a lo que aspirar, porque, no hay nada que se le parezca siquiera.
Escribo en los cristales con vaho del invierno. Me paseo en lagos de gente. Observo el sufrimiento. Y admiro la fuerza.
Nadie repara en mí. Un ciudadano entre otros. Con su mismo paso y pensamientos.
Hace ya tiempo, y todavía discrepo en como se debe medir el tiempo, que descubrí que era invisible. Tal vez pueda ser que la forma en la que me evado, tenga una reacción contraria y haga que la gente se evada de mí. Como las avestruces que meten la cabeza en agujeros para ocultarse. Podía chasquear los dedos, gritar como un loco, bailar encima de un coche... Que nada. La vida continuaba y se iba sin mí, dejándome atrás.
Pero como repito, ya hace tiempo de eso (y vuelvo a discrepar sobre el reloj. El tiempo no se puede medir con objetividad. Ya lo tengo completamente probado pero como supondréis, la gente se niega a escucharme. En cualquier caso, no me entretendré en ello.)
Es como si tuviera cierta enfermedad que la gente normal llama ¿"amnesia"? Puede que sea uno de los factores por los que soy invisible.
Lo cierto es que me acuerdo de los sustantivos básicos como vaso, coche, gente, silla... Y verbos, adjetivos y, en conjunto, toda la gramática. Pero no se quién soy, dónde vivo, mis amigos... Lo sé todo de los demás pero no se nada de mí.
Llegó un momento en que me preocupé pues al mirarme en el espejo, éste no me reflejaba. Pase varias noches (medida exasperarte para definir el tiempo en el que se debe dormir, oscuridad) inquieto y aterrorizado. Sí, es completamente estúpido, pero fue el estrés del momento. Pensé que podría ser un fantasma, lo cual en realidad tendría cierto sentido. Me asustó no ser como los demás, pero me asusté de mí mismo.
En ese momento comenzó la autofobia. Fue horrible. Quedan vestigios en mí de ello, como astillas clavadas en el corazón.
Poco después probé que no era un fantasma: mis pulmones se hinchaban cuando inhalaba, sentía el pulso en mis muñecas.
En ese momento comenzó la autofobia. Fue horrible. Quedan vestigios en mí de ello, como astillas clavadas en el corazón.
Poco después probé que no era un fantasma: mis pulmones se hinchaban cuando inhalaba, sentía el pulso en mis muñecas.
Por ello generalizo; no se quién soy y menos que soy. Pero si hablamos de ser o no ser, diré que soy feliz sin saber la respuesta a la cuestión. Es igual.
lunes, 17 de febrero de 2014
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Thomas Stonen es un auténtico gilipollas.
Me interesó en cuanto entró por la puerta con sus padres y su hermana. La americana le sentaba increíblemente bien y esos ojos verdes resaltaron incluso desde donde yo me encontraba. También me fije en su forma elegante de andar, su gesto despreocupado y la forma en el que su pelo, mas bien despeinado, le hacía aun más atractivo. Había sido como un reto, una motivación en la noche. En cuanto se separó de su hermana ya había ido como una flecha y atraídos como imanes habíamos terminado bailando y el diciéndome cosas que me hacían reír como una loca.
Argggggggggg. Le cojería la cabeza y... pummmmm.
Más bien después, cuando me separé de él para ver (como buena anfitriona de la fiesta) como iba todo, estaba ansiosa por volver a encontrarle y reírme, hablar, bailar... Era como un sueño de esos de princesas y príncipes pero en la realidad. Nunca había conocido a un chico tan guapo, interesante, listo... Lo tenía todo.
Era una gran noche y solo acababa de comenzar. Iba con mi vestido favorito rosa ajustado y el pelo planchado. A demás iba a conocer a muchísima gente y... Bueno, que iba a ser simplemente genial.
La cosa es que cuando revisé (bastante por encima y muy deprisa como una chiquilla enloquecida) todo, deambulé por toda mi fiesta y la parte de arriba, donde se encontraba mi padre. Pero ni rastro de Tom.
Tom, Thomas, Tomi, Sexy-Tom...
Y así que llegamos, más bien llegué, al punto de verme en mi propia fiesta sola y desesperada. Como buscando una ilusión. ¿Me habría vuelto loca?
Pero no, allí estaba él. Sentado en una silla de la barra, sonriendo de esa forma que acababa de descubrir que me encantaba. Pero no me sonreía a mí. Una chica. A su lado. INTRUSA. En cuanto la vi, vino a mi cabeza: "zorra". Y tanto. Con ese pelo azul que sin duda llevaba para llamar la atención y ese vestido estrecho del mismo color. Y de nuevo: "guarra". No la conocía pero en cualquier caso, aunque fuera la mejor persona del mundo, acababa de cagarla. Era muy guapa, con cara de sexy solitaria y sonrisa juguetona. Arggg,
Así que saludé a Tom entre el barullo y ni siquiera se giró. Me sentí bastante ofendida y me odié a mi misma por parecer de esa forma una niña mal criada intentando llamar su atención. Respiré hondo y me fui de la fiesta. Necesitaba aire. Salí por la puerta trasera y recorrí todo el jardín hasta la gran valla que daba la bienvenida a mi casa. Salí de allí demasiado exhausta. Los tacones me hacían daño, pequeños pinchazos que no había sentido hasta ahora. Me había hecho muchas ilusiones. La verdad, me tendría que dar igual que estuviera flirteando con otra chica, dado que las fiestas sirven en parte para eso. Pero había sentido una conexión, o algo parecido... Tal vez me estaba volviendo loca. Decidí no creerme a mi misma. ¿Para qué? ¿Para seguirme haciendo daño? Avancé entre la oscuridad anaranjada que creaban las farolas, como cortinas doradas. Miré a las estrellas que se veían perfectamente, y las admiré un buen rato. No iba a estar paranoica por nada. Se supone que era mi fiesta, mi capricho, mi diversión.
Un sonido continuado me sacó de mis pensamientos. Algo rozando la acera, ruedas... Entre la luz y la oscuridad de la calle se acercó a mí un longboard.
-¿Liam?- Paré el longboard por el pie.
-Perrie. - Una figura se acercó a mi. Sí, era él. - ¿Qué haces aquí?
Liam era mi "vecino". Lo digo entre comillas porque no había vecinos en kilómetros a la redonda. Era solo mar y campo.
-Es mi calle, Liam - Le respondí molesta, con los ojos en blanco. A veces Liam me incomodaba. Se me quedaba mirando con sus enormes ojos color miel sin escucharme. Era realmente raro. Le conocía de hacía mucho tiempo y nunca le había cogido mucho aprecio, pero al parecer, él a mi si. Era guapo pero tampoco nada de otro mundo. Me recordaba más bien a un hermano pequeño. En realidad, hacía bastante tiempo desde la última vez que le vi, y parecía cambiado. No se porqué decidí ser sincera con él:
-Bueno, necesitaba tomar el aire. -Dije recogiéndome el pelo detrás de las orejas.
-Haces una fiesta ¿y no me invitas? - Dijo el bromeando. De nuevo, me dio la sensación de que no me había escuchado. Y me molestó un poco - Ya sabes que me encantan.
Le miré avergonzada por el hecho de no haberle invitado pero, en un instante, se me pasó.
-Estoy cansada.
-¿Qué pasa? - No sabía porque a los hombres les costaba tanto hablar de sentimientos, de verdad. Era extenuante. Podría contárselo a Grace, que seguía en la fiesta, o a cualquier otra persona. Pero Liam estaba allí, esperando una respuesta. Me miraba con sus grandes ojitos y... - Venga suelta - Me repitió dándome un codazo.
-Un gilipollas. Aunque realmente soy yo la idiota por seguir enamorada de él.
No me podía creer lo fácil que había sido soltarlo. Pero, enamorada había sonado excesivo. Tal vez obsesionada. Solo quería llamar la atención de Liam, tener compañía.
-¿Estas bien? - Me di cuenta de que el chico no estaba tan mal, después de todo. Tenía su encanto.
-Supongo. - Dije sonriendo. Tenía una idea.
Me llevé a Liam dentro de la primera casa, donde se encontraban los dormitorios. Y le dije que esperase en la planta de abajo. Subí corriendo de dos en dos la escalera, con cuidado de no caerme con los tacones. Llegué a la planta y empecé a andar de acá para allá buscando ropa guay de mi hermano que le pudiera servir a Liam. En cierto momento me di cuenta de que Dan seguramente no se habría levantado y que podría aprovechar y quitarle algo de ropa. Entré en su cuarto y se quejó. Y con razón. Se debía de haber acostado a las tantas por el concierto de anoche, y la habitación seguía apestando a tío, desodorante y drogas. Pero no reparé mucho en ello. Mientras disimulaba despertarlo y quitarle la manta en realidad me metí en el escote una camisa gris que había colgada en la silla. Después salí más rápida que una bala cruzando los dedos para que no reparase en la desaparición.
Con Liam ya cambiado y oliendo a desodorante sexy nos adentramos en la fiesta. Me puse a bailar eufórica mientras él me sonreía con pasos más tímidos. Me encontré a Dan después bailando a mi lado con Grace. Menos mal que no reparó mucho en Liam. Prácticamente me había olvidado de Tomas con todo el ruido y el sudor. Pero por el rabillo vi que se fue de la barra dejando a la chica sola. Así que era mi oportunidad de dejar las cosas claras.
Me acerqué a ella con aires de superioridad pero parecía distante. No le importaba quién era. Pasó de mi. Parecía una chica muy fuerte y eso me descolocó y... me dio envidia. Parecía controlar la situación mientras yo no. Así que cuando me dijo borde que sus padres estaban muertos ya no pude más y me fui. No me pareció tan zorra como me pensaba que sería.
Me volví a la pista pensando calmar mis pensamientos cuando vi a Dan acercarse a Rain, la chica peli-azul. Teniendo a Grace a sus pies no sabía como mi hermano podía irse a por aquella chica. Decidí ser un poco cruel con mi mejor amiga.
-¡Grace! - Era una chica muy mona. Dan y ella hacían una pareja estupenda. - ¿Es ese mi hermano? ¿El que flirtea con la chica esa del pelo azul?
-Emm.. Si, creo que sí. -Me dijo sin dejar de moverse. No parecía ni molesta ni celosa. Pues yo si lo estaba. Quería que alguien también lo estuviera conmigo. - ¿Por qué lo dices?
-No se... Es que esa chica no me cae nada bien.
- ¿La conoces?
-No.
-¿Entonces? - Me preguntó. No tenía repuesta. Y me seguía llamando la atención que no le molestara ni un ápice que una bruja estuviera sobando a su ligue.
-¿Qué hay entre tu y mi hermano? - Tenía mucha curiosidad. Ella pasó a blanco y después a rojo.
-Yo...- Balbuceó.
-Perrie - Me había olvidado de Liam. ¿Donde se había metido todo este tiempo? - Tengo que hablar contigo.
- Eh... vale - Acepté a regañadientes. En realidad era mejor dejar a Grace bailando y reflexionando. Al volver a lo mejor habría cambiado de idea.
Liam y yo nos separamos un poco de la multitud. Él parecía nervioso y estaba cada vez más pálido.
-¿Qué pasa Liam?
-Eh...Bueno... Quería que supieras... - Suspiró fuertemente y se pasó una mano por el pelo. - Que... Bueno, es difícil de decir, ¿sabes?
-¿Qué pasa? - Repetí. Su aliento olía a alcohol y no parecía él. Está borracho.
-Lo que te quiero decir y no se porque te lo digo ahora, es este mismo momento, cuando podía habértelo dicho cualquier día de estos años es... Que estás muy guapa.
-¿Para esto me traes aquí? - Repuse molesta. Qué idiota. Me estaba haciendo perder el tiempo. Tiempo que valía en oro.
-No. No es todo. Me refiero a que estas muy guapa siempre que te veo.- Me miró con sus grandes ojos. Se apoyó en la pared, muy cerca de mí. - Que brillas como un farol a media noche. Que yo soy el barco y tu mi faro, mi estrella. Estas guapa todos los días que te veo y ojalá fueran más porque no consigo dejar de pensar que cuando será la próxima vez que te veré. No solo eres bella sino que eres fuerte, y, aunque la gente piense que eres cruel yo veo tu lado más positivo, tu inteligencia y tus pequeños momentos de debilidad. Aunque, si te digo la verdad, todo los momentos que he pasado a tu lado son increíbles. No consigo dejar de mirarte, sonreírte, escucharte. Me importas. Pero más allá de eso, me duele tanto quererte. Me duele amarte. Porque eres demasiado, o tal vez poco. Porque eres distinta en cada una de tus facetas, pero eso te hace aun más especial. Tal vez en tus defectos vea mis debilidades. Como un corazón roto que quiero arreglar. Y... todo eso te lo digo, porque estoy borracho y... te quiero.
Entonces me besó. Y sin darme tiempo si quiera a procesar sus palabras, se desmayó en mis brazos.
domingo, 9 de febrero de 2014
Lágrimas.
Y simplemente lloré.
Por todo lo que no había vivido. Por esos momentos infinitos perdidos. Y por lo perdida que ya me sentía yo.
Por que ahí estaba yo, una entre un millón de extraños.
Todas las murallas levantadas con dolor y sufrimiento ante mi, destruidas por unas palabras mal interpretadas. Quemadas en ceniza. Destruidas para volver a nacer, mas fuertes, experimentadas.
Pero eso no es suficiente por lo que estar triste. Son varias razones, acumuladas en una bomba que en un momento se toca, y explota. Y no se la puede parar.
Y por eso lloro y las nubes lloran hoy conmigo. Porque la vida no tiene sentido y ni siquiera el sentido lo tiene. No se lo que espero. No se lo que soy. Y menos lo que seré.
Me asusta el cambio, el futuro. Malas rachas, buenas, malas. "¿por qué te da miedo ser feliz?" "porque después de todo lo bueno, viene algo malo"
Y todos y más sentimientos afloraron sin poder parar, resistir. Solo los vomité con lagrimas saladas que sabían a dolor y furia amarga. Y las volví a vomitar porque todo era injusto y despreciable, y así otra vez.
Hasta quedarme simplemente vacía, para después volver a empezar.
Por todo lo que no había vivido. Por esos momentos infinitos perdidos. Y por lo perdida que ya me sentía yo.
Por que ahí estaba yo, una entre un millón de extraños.
Todas las murallas levantadas con dolor y sufrimiento ante mi, destruidas por unas palabras mal interpretadas. Quemadas en ceniza. Destruidas para volver a nacer, mas fuertes, experimentadas.
Pero eso no es suficiente por lo que estar triste. Son varias razones, acumuladas en una bomba que en un momento se toca, y explota. Y no se la puede parar.
Y por eso lloro y las nubes lloran hoy conmigo. Porque la vida no tiene sentido y ni siquiera el sentido lo tiene. No se lo que espero. No se lo que soy. Y menos lo que seré.
Me asusta el cambio, el futuro. Malas rachas, buenas, malas. "¿por qué te da miedo ser feliz?" "porque después de todo lo bueno, viene algo malo"
Y todos y más sentimientos afloraron sin poder parar, resistir. Solo los vomité con lagrimas saladas que sabían a dolor y furia amarga. Y las volví a vomitar porque todo era injusto y despreciable, y así otra vez.
Hasta quedarme simplemente vacía, para después volver a empezar.
miércoles, 5 de febrero de 2014
El tiempo y la lluvia.
Tú.
Interminable aire
que deprisa
quema,
destruye,
deja.
Te desentiendes.
Nos oprimes,
nos arrebatas,
nos robas.
Y no devuelves.
Como luz cegadora,
como voz muda.
Me susurras para irte lejos,
para desaparecer,
y reírte.
Lánguida y resbaladiza
Larga huella marca
Única,
Villana,
Inconsciente quien
Antes de su muerte, no reza ni vive.
Interminable aire
que deprisa
quema,
destruye,
deja.
Te desentiendes.
Nos oprimes,
nos arrebatas,
nos robas.
Y no devuelves.
Como luz cegadora,
como voz muda.
Me susurras para irte lejos,
para desaparecer,
y reírte.
Lánguida y resbaladiza
Larga huella marca
Única,
Villana,
Inconsciente quien
Antes de su muerte, no reza ni vive.
domingo, 2 de febrero de 2014
4
4
Pasos de tacones por el pasillo.
Tac tac tac tac.
De arriba para abajo. Se abre un armario. Se cierra. Mas taconeadas. Un sonido de frustración. Se vuelve ha abrir el armario. O tal vez es otro. No lo se. Se abre una puerta. Los pasos avanzan y se paran en mi puerta.
No, no, no. No abras la puerta. No te pares.
Silencio absoluto. Me tapo la cabeza con la almohada y hago un sonido de fastidio. Me arrebujo entre las sábanas preparándome.
Se abre la puerta. Y allá va.
-Daaaaaaan. Te he dicho que te levantaras a las siete para arreglarlo todo.
Me remuevo.
-Enserio. Levántate. ¿Sabes que hora es?
-Simplemente no me importa - Dije con voz ronca.
-No me obligues a levantarte.
-Aham - Giré la cabeza e intenté volver a dormirme.
-¡Dan! - Gritó frustrada. Oí el sonido de los tacones golpeando furiosamente el suelo al acercarse a mi cama y al segundo me había destapado de pies a cabeza.
-¡Perrie! ¡Joder!
-¡Son las nueve! ¡Las nueve!
Me quité la almohada de la cara y la miré furioso. Iba con un vestido rosa muy ajustado abierto en los lados del abdomen. Era corto y los tacones la estilizaban. Madre mía, se la van a comer viva. Su cabello liso caía suelto sobre los hombros. Estaba muy guapa.
- ¡Vístete!¡Ya! - Me fulminó con la mirada y salió por la puerta.
Miré el reloj. Era cierto, era tardísimo. Si mi padre no estuviera ya en la fiesta seguramente me mataría. Me levanté de la cama y me quité la camiseta y el pantalón del pijama y los deje sobre la silla del escritorio hecho un burruño. Me puse los cascos que estaban enchufados al ipod y le di a play. Una avalancha de música me recorrió en un instante, como la adrenalina. Solo notas, ritmos. Ningún pensamiento más. Solo lo que me hacía sentir, mirar, ella me controlaba. Las letras de la canción me acariciaban y creaban una burbuja de protección contra la realidad. Como andar en un videoclip, como volar por encima de todo ajeno a las circunstancias.
Desodorante, colonia. Cojí la primera camiseta negra que encontré en el armario. Vi unos vaqueros encima de la mesa y me los puse. Calcetines y Vans negras.
Salí de la habitación y fui hacia el baño. El espejo reflejaba a un chico con ojeras, descuidado. Mi boca era puro aliento mañanero con sabor a tabaco y vodka. Los mechones lisos negros caían sobre mis ojos de forma distraída. Me peiné y me lavé los dientes y la cara. La anterior noche había vuelto a casa a las... Ni me acuerdo.
Salí del baño y bajé las escaleras hacia el hall. Después salí por la puerta y vi las luces encendidas de la tercera casa. La fiesta habría empezado hace rato mientras dormía. Gracias a Dios. Fui hacia la puerta trasera que daba a la casa pasando por el jardín, que parecía de escarcha. Paré la música del ipod y giré el pomo.
Dentro, el aire era denso y cálido. Música de mierda sonaba y retumbaba los cimientos. Recorrí la mirada por la sala y no encontré nada interesante.
-Heeey - Voz femenina no identificada. Me di la vuelta con pocas ganas. - ¿Eres Dan Graham?
-Si - Le respondí aburrido. Mejor era irse y quedarme leyendo con mi música. La chica me miró de arriba a abajo repetidas veces y sonrió. Después miró hacia atrás y vi como sonreía a una chica. Su amiga era mona y tenía el pelo azul, lo que me gustó. Me quedé mirándola y ella no apartó la mirada de mis ojos, como si fuera un juego.
-Graham - Una de las voces mas dulces que había escuchado en mi vida. - ¿A quién miras?
-Eh...-Carraspeé y aparté la mirada de la chica peliazul. Me centré en la bonita cara que estaba a mi lado - Nada.
Ella se rió. Al parecer la amiga de la chica peliazul había desaparecido. Y tampoco estaba la chica. Giré la cabeza y vi a Grace Bennet sonriendo a mi lado. Era por ella por lo que había venido a la estúpida fiesta de mi hermana. Y ahora estaba agradecido. Viendo ahí, sentada mirándome. Me encantaba que me mirara, así sabía que alguna vez por lo menos pensaba en mi. Aunque ella no se fuera de mi cabeza.
-Llegas un poco tarde ¿no? - Me dijo divertida.
- Solo un poco. Es que ayer tuve concierto - le expliqué.
-Lo sé.
-¿Cómo?
-Lo sé porque estuve.
-¿Por qué no me lo dijiste? - Ella había ido a mi concierto, no me lo podía creer. Lo peor era que no me acordaba de la mitad. Me puse nervioso. ¿Y si no le gustó? ¿Y si canté mal o me equivoqué? Y lo peor de todo... ¿Con quién fue?
-¡Tranquilo! Fui con Perrie y con Rob. Lo pasamos muy bien. Me encantó, de verdad. ¡Iré a todos los que hagas!
Eso a parte de tranquilizarme me encantó y un subidón de alegría me recorrió. La cogí de la mano y me la llevé hasta la pista de baile improvisada. Pasé al lado de Perrie quien estaba bailando con un chico mas mayor que ella y esta me guiñó un ojo. La di las gracías mentalmente e hice un hueco entre la multitud para bailar con Grace. Dejé de oír la música electrónica que sonaba y dejé de preocuparme de todo. Solo me centré en la caras de diversión, sorpresa y alegría que me se formaban en la cara de Grace.
Un rato despúes vi por el rabillo del ojo como Perrie se separaba del chico e iba hacia la barra. Se paró justo en frente de una chica. La chica peliazul. ¿Quién sería? No parecía amiga de Perrie y por sus caras estaba aburrida. Sin duda era guapa. Perrie se separó de ella con gesto ofendido y volvió a la pista de baile con el chico arrogante que no sabía bailar.
-¿Quieres algo de beber? - Le pregunté a Grace.
-Una Coca-Cola. ¡Gracias! - Me gritó entre el ruido.
La dejé bailando con una amiga suya y me fui hacia la barra. Me puse al lado de la chica peliazul quien me estaba mirando sin vergüenza.
-Eres Dan Graham. -dijo.
-¿Nos conocemos?
-Solo voy a tus conciertos.
- ¿De verdad?
Me extrañaba que una amiga/hija de ricachones/etc le gustase ese tipo de música. Pero bueno, a mi me gustaba. ¿Por qué no a ella?
-Soy Rain Black, encantada. - Y me sonrió de forma divertida.
Desodorante, colonia. Cojí la primera camiseta negra que encontré en el armario. Vi unos vaqueros encima de la mesa y me los puse. Calcetines y Vans negras.
Salí de la habitación y fui hacia el baño. El espejo reflejaba a un chico con ojeras, descuidado. Mi boca era puro aliento mañanero con sabor a tabaco y vodka. Los mechones lisos negros caían sobre mis ojos de forma distraída. Me peiné y me lavé los dientes y la cara. La anterior noche había vuelto a casa a las... Ni me acuerdo.
Salí del baño y bajé las escaleras hacia el hall. Después salí por la puerta y vi las luces encendidas de la tercera casa. La fiesta habría empezado hace rato mientras dormía. Gracias a Dios. Fui hacia la puerta trasera que daba a la casa pasando por el jardín, que parecía de escarcha. Paré la música del ipod y giré el pomo.
Dentro, el aire era denso y cálido. Música de mierda sonaba y retumbaba los cimientos. Recorrí la mirada por la sala y no encontré nada interesante.
-Heeey - Voz femenina no identificada. Me di la vuelta con pocas ganas. - ¿Eres Dan Graham?
-Si - Le respondí aburrido. Mejor era irse y quedarme leyendo con mi música. La chica me miró de arriba a abajo repetidas veces y sonrió. Después miró hacia atrás y vi como sonreía a una chica. Su amiga era mona y tenía el pelo azul, lo que me gustó. Me quedé mirándola y ella no apartó la mirada de mis ojos, como si fuera un juego.
-Graham - Una de las voces mas dulces que había escuchado en mi vida. - ¿A quién miras?
-Eh...-Carraspeé y aparté la mirada de la chica peliazul. Me centré en la bonita cara que estaba a mi lado - Nada.
Ella se rió. Al parecer la amiga de la chica peliazul había desaparecido. Y tampoco estaba la chica. Giré la cabeza y vi a Grace Bennet sonriendo a mi lado. Era por ella por lo que había venido a la estúpida fiesta de mi hermana. Y ahora estaba agradecido. Viendo ahí, sentada mirándome. Me encantaba que me mirara, así sabía que alguna vez por lo menos pensaba en mi. Aunque ella no se fuera de mi cabeza.
-Llegas un poco tarde ¿no? - Me dijo divertida.
- Solo un poco. Es que ayer tuve concierto - le expliqué.
-Lo sé.
-¿Cómo?
-Lo sé porque estuve.
-¿Por qué no me lo dijiste? - Ella había ido a mi concierto, no me lo podía creer. Lo peor era que no me acordaba de la mitad. Me puse nervioso. ¿Y si no le gustó? ¿Y si canté mal o me equivoqué? Y lo peor de todo... ¿Con quién fue?
-¡Tranquilo! Fui con Perrie y con Rob. Lo pasamos muy bien. Me encantó, de verdad. ¡Iré a todos los que hagas!
Eso a parte de tranquilizarme me encantó y un subidón de alegría me recorrió. La cogí de la mano y me la llevé hasta la pista de baile improvisada. Pasé al lado de Perrie quien estaba bailando con un chico mas mayor que ella y esta me guiñó un ojo. La di las gracías mentalmente e hice un hueco entre la multitud para bailar con Grace. Dejé de oír la música electrónica que sonaba y dejé de preocuparme de todo. Solo me centré en la caras de diversión, sorpresa y alegría que me se formaban en la cara de Grace.
Un rato despúes vi por el rabillo del ojo como Perrie se separaba del chico e iba hacia la barra. Se paró justo en frente de una chica. La chica peliazul. ¿Quién sería? No parecía amiga de Perrie y por sus caras estaba aburrida. Sin duda era guapa. Perrie se separó de ella con gesto ofendido y volvió a la pista de baile con el chico arrogante que no sabía bailar.
-¿Quieres algo de beber? - Le pregunté a Grace.
-Una Coca-Cola. ¡Gracias! - Me gritó entre el ruido.
La dejé bailando con una amiga suya y me fui hacia la barra. Me puse al lado de la chica peliazul quien me estaba mirando sin vergüenza.
-Eres Dan Graham. -dijo.
-¿Nos conocemos?
-Solo voy a tus conciertos.
- ¿De verdad?
Me extrañaba que una amiga/hija de ricachones/etc le gustase ese tipo de música. Pero bueno, a mi me gustaba. ¿Por qué no a ella?
-Soy Rain Black, encantada. - Y me sonrió de forma divertida.
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